miércoles, 26 de marzo de 2014

Perdí lo que más amaba - Novella (Novela corta)

Perdí lo que más amaba

Azucena recuerda claramente cuando lo tenía en su vientre, sus pataditas, las sensaciones que solía tener cuando algo le molestaba, esas cosas prohibidas que le hacía comer porque él quería o algo dulce o algo salado.

No sabía cómo lo llamaría pero era definitivamente su bebé y lo amaba…

….

Una día hermoso naciste, nosotros a tu lado mirando tu hermosura y delicadeza, siempre fuiste un niño tranquilo, nos sonreías todo el tiempo. El mirarte nos hacía entender lo bendecidos que éramos. Era feliz al tenerte, era feliz al verte.

Desde el vientre te cantaba una canción que inventé, no sé de donde salía aquella canción pero fue nuestra, porque cuando te la cantaba entonces te movías, así sabía que te gustaba y que lo disfrutabas. Cuando naciste lo escuchaste y con tus ojos negros grandes y bellos quedaste mirándome como si supieras que ya te lo había cantado antes. Cuando cumpliste 6 años te sentaste en mis piernas, y entonces mientras estábamos jugando te canté la misma canción, me miraste de la misma forma que cuando eras un bebe, reíste y empezaste a moverte como aquella vez cuando aún estabas en mi barriga.

Siempre fuiste un niño bendecido, alegre, juguetón, estudioso, amoroso, solías llamarme tu Reyna, solía llamarte mi rey. Todos te querían, todos querían estar junto a ti. Siempre supe que eras especial, siempre fuiste la luz en nuestro hogar.

Siempre fuimos nosotros, sólo nosotros, era la mamá más feliz del mundo, siempre sentí orgullo de tenerte como mi hijo, para mí siempre fuiste perfecto.

Mientras más crecías más te amaba. Esas conversaciones de viejos que solíamos tener cuando aún eras un niño me hacían ver el gran hijo que tenía.

Pero entonces pasó, una tarde tosías y decías sentir mucho dolor, fuimos al médico, y este no nos escuchó, dijo que no era nada lo que tenías. Los días pasaban y tu dolor no terminaba, llorabas al no poder soportar más. Me pedías que te ayude, mientras que yo me volvía loca, en ese y en otros momentos quise ser yo la que estaba en tu lugar.

Volvimos donde el médico, le exigí que te sacaran pruebas de sangre, de todo; todo parecía verse normal, no entendía que pasaba. Mi pobre niño sufría y yo sin poder hacer nada más que abrazarte y decirte repetidamente "te amo". Todo estará bien hijo mío, fue lo que te dije, me miraste y pediste que me calme. Tú siempre pensando en mí, en que esté bien, tú siempre tomando las cosas tan tranquilamente. ¿Cómo lo hacías mi amor?

Fuimos a casa, traté de que otro médico te viera pero sólo nos decía que si el médico primero había dicho que no había nada de qué preocuparse, entonces teníamos que confiar. Lo hice pero podía verte sufrir, así que te lleve de emergencia, vomitando, sintiéndote peor cada vez.

Te quedaste internado, te sacaron mil pruebas de sangre, me decías para que todo eso, que ellos no sabían nada, que te sacara de ahí, que ellos no te ayudarían, pero no te escuché. Mi dolor al verte sufrir me cegó, pensando que ellos te ayudarían.

Nadie podía decirnos que tenías, nadie hacía nada más que sacarte sangre todo el tiempo. Hasta que te infectaste por todo lo que había en el hospital, entonces bajo mi responsabilidad te cambie de hospital, ya ahí no pude más, mi corazón se destrozaba porque te perdía. Los médicos dijeron que estabas infectado. Que no podían ayudarte, que era demasiado tarde. No me resignaba, tú aún consiente, me mirabas con amor, y hasta con consuelo. Sujetaba tus manitos, te abrazaba, trataba de que no me vieras sufrir, pero tú sabías que sufría, dijiste con voz tenue, mamita estoy cansado, te amo; entonces recordé que siempre me decías te amo hasta el más allá y lloré como una niña junto a ti. Tus ojitos cerrados, pero aún con vida, tu respiración rápida, y tu dolor reflejado en tu carita. Yo no quería perder la esperanza hasta que entonces comprendí que no me pertenecías, que eras de Dios.

Cerré los ojos y le pedí a él que te quitara ese dolor, y que sea él quien haga su voluntad.

Han pasado ya más de 5 años y aún me abrazas al dormir.

Al principio me costó vivir, me costó mover tus cosas, tu ropa, tus juguetes, todo estaba exactamente como lo dejaste, te hablaba y entonces escuchaba tu voz, jugábamos como siempre lo hicimos, hasta que decidí amarte más por haber sido quien fuiste y por lo que aún eres para mí. Trajiste felicidad a mi vida hijito, y por ello decidí no apagar más con mis lágrimas esa vela con la que caminas en el cielo.

El dolor que siento jamás se irá, perdí lo que más amaba, aunque en realidad jamás te perdí, porque jamás me perteneciste, le pertenecías a Dios, por eso ahora cuando te pienso, sonrío, porque sé, que en el lugar que ahora estás, eres feliz, no sientes dolor, y estas con nuestro Dios.

FIN

Autora: Liza Sánchez
Género: Narrativo


Basada en una historia real


No hay comentarios:

Publicar un comentario