jueves, 18 de marzo de 2021

Tanto que aprender...

 


Pienso, que son muchas las cosas que uno podría aprender de un niño. Sin embargo como adultos preferimos no verlo, ya que un adulto cree que sabe más…

 

Estábamos sentados comiendo un helado, conversando como si fuéramos dos personas de edad avanzada, preguntas que de pronto me hacían reflexionar porque… ¿cómo es posible que un niño pueda pensar de esa forma?… en fin…

 

He notado que en algunas ocasiones, el miedo de decir lo que piensas o de sencillamente no decir lo que debes, queda en el aire. Los más pequeños, son mucho más atrevidos, cuando se trata de lo “correcto” y lo “incorrecto”. Lo aprendieron seguramente y con ayuda de Dios, eso seguirá para siempre.

 

Junto a Dariél comprendí, que se debe hablar cuando es necesario hacerlo. No es la primera vez que me sorprende con su forma de tomar las cosas, desde muy pequeño ha sido bueno para decir lo que siente y gritar fuerte cuando algo no le parece. Los años han pasado y eso no ha cambiado.

 

Empecé contándoles que estábamos sentados en una banca de madera, comiendo de ese helado de fresa bañado con caramelo de muchos colores, lo que él llama, caramelo de arcoíris. Frente aquel lugar solían los niños poder jugar, a mi hijo, le encantaba hacerlo. Lamentablemente ahora han puesto un letrero que dice claramente, prohibido.

Él con su helado en la mano, mirada como una niña estaba jugando, en el ahora, lugar prohibido. Ella muy tranquila y en su propio mundo iba i venía, no tenía tiempo para mirar a su alrededor, estaba demasiado entretenida como para notar que un niño aparentemente menos que ella, la observaba.

Dariél no le quitaba los ojos de encima, parecía reflexionar sobre algo que la verdad, yo no había tomado como algo importante. Su carita expresaba no entender como ella no podía darse cuenta, que ya no se podía jugar ahí – la razón principal, es que habían puesto flores, y si se golpean, podrían lastimarse.

Me pregunta con un tono bastante decepcionado, mamá le puedo decir que no se puede jugar ahí.

Hijo, quizá no ha visto el letrero, seguramente no está sola. Sus padres vendrán y de pronto se lo dirán, fue mi respuesta.

El tiempo pasaba, nadie venía.

Mi hijo vuelve a decirme que le dirá, que no se puede jugar ahí. Le pedí que no lo hiciera, que la niña tiene sus padres y son ellos lo que deben decirle.

 

Al poco rato aparecieron más niños, corrieron por el lugar, y Dariél pensó en voz alta “ eso no es correcto mamá” “ ahí dice que está prohibido pasar por ahí” “las plantitas morirán si las pisan”

Lo sé hijo, suspiré y sin saber que más decir, solo lo abracé.

 

De pronto, con una voz acelerada me dice, vamos mamá, ¿por dónde vamos? Por acá… era prácticamente el lado derecho de donde los niños jugaban. Algunos padres estaban ahí pero no decían nada… Dariél no pudo quedarse callado, pasó diciendo en voz alta, ¡está prohibido jugar ahí!, ¡dice prohibido en el letrero!, lo repitió 3 veces y seguimos nuestro curso.

 

Lo miré, le sonreí, y le dije, sabes hijo, tienes razón, las personas deberíamos de ser mejores para decir lo que pensamos y, lo que no nos parece. No debemos tener miedo y sobre todo, si podemos argumentar que lo que dices es correcto, entonces adelante. No cambies ello, porque tu razón en esta situación ha sido valida.

Me devuelve la mirada, regalándome una sonrisa, y un -  gracias mamá.

 

REMS