Desde esa cama me preguntaste, ¿sabes cuándo moriré?
Entonces me levante, me acerque a ti, diciendo que no lo sabía,
pero que no pensaras en ello, que el día que la muerte venga, vendrá tanto como para ti, como para mi en el momento que asi Dios lo haya dispuesto.
Me dijiste que solo tenías 54 años, entendí que lo que decías era,
que era injusto lo que te estaba pasando. Lo es, te dije, me dio dolor verte así,
pero te recordé que aun estás viviendo, y que en vez de pensar en la muerte, deberías
de pensar en que aun puedes hablar con tus hermanas, amigos, en que aun estas acá,
que no te llevaría a nada bueno estar pensando en la muerte, pero si, en lo
bueno que has vivido hasta este momento. Tienes razón me dijiste, y entonces
empezaste…
Cuando nací, era un niño normal, crecí normal, con una familia de
4 hermanos con unos padres que siempre estuvieron para nosotros. Podía caminar,
correr, saltar, hablar mejor, y hasta jugaba futbol, no era el mejor, pero era
bueno. Tuve una novia, mi linda ilusión de adolescencia, comía todo lo que quería,
iba a la escuela, jugaba con mis amigos, me sentía contento.
Hasta que paso, lo que nunca imagine podia pasar.
Tenía 12 años, paseaba con mi hermano mayor en bicicleta, no lo
vimos, o no nos vieron, de pronto un camión nos atropelló, nos dejó sin nada.
Mi hermano murió, mientras que yo quede en coma por más de 6
semanas, mis padres y hermanas sufrían, mientras que yo seguía sin poder
levantarme.
Abrí los ojos, pero ya mi mundo había cambiado, ahora ya no era el
mismo, todo era diferente, mis limitaciones empezaron a ser más notorias, y aun
cuando trataba de que todo se viera normal, era imposible. Fui creciendo y con
ello un mundo que ya no era normal, extrañaba mi vida, quien era, y todo eso
que un niño soñaba… ¡cuando sea grande!
Estudiaba en forma limitada, hacía mis cosas siempre con ayuda. Mi
madre trataba de apoyarme, pero podía notarla cansada, las peleas con mi padre
era interminables, todo por mí, ellos no podían ser felices por tener que
cuidarme, y eso me entristecía, no encontraba nada que me aliviara el dolor, y
la soledad, pensé que en matarme, pensé que debería buscar la forma de irme
lejos a donde nadie me encuentre. Ya no podía más, no soportaba más esta vida,
hasta que la conocí.
Ella me enseño que podía vivir aun cuando no era el mismo de hace
ya algunos años. Vamos no te quedes ahí, vamos a recoger manzanas, me dijo una
mañana, no podía reírme, la miraba diciéndome, es que acaso no puede notar que
no puedo hacerlo.
Me irritaba, pero ella siempre con una sonrisa. No se daba por
vencida, venia, me saludaba todos los días, a la misma hora, yo sentado en la
terraza podía verla pasar, algunas veces sola, otras con algunas de sus amigas.
Trataba de que no notara que la estaba mirando, pero ella era
demasiado evidente, venia corriendo hacia mí, hola Esben, ¿cómo estas hoy? Espero
que ya estés haciendo planes para el fin de semana, vendré a verte, me daba un
beso en la mejilla y se iba.
Pensaba en ella todo el día, y todos los días, esperaba con ansias
el fin de semana, quería verla, aun cuando no se lo hacía saber. Siempre era
callado, no sabía cómo hablar con ella. Recuerdo que salíamos al jardín, ella
me llevaba hasta allá, ponía una cesta en mis piernas, y era así como recogíamos
las manzanas o cualquieras de las frutas que había en el jardín.
Sé que aun podía moverme, pero todo era tan lento cuando yo quería
hacer algo, o sencillamente tan doloroso, que entonces mejor me quedaba sentado
sin hacer nada, mirando como los demás me atienden y sintiendo el más inútil de
toda la tierra. Pero ella, no me daba la oportunidad de poder sentirme así,
siempre son su sonrisa, con esa forma de ver la vida, las cosas, sus palabras su
cariño, era ella, ella me salvo, por ella quise vivir.
Entonces comencé a entrenar, venia la fisioterapeuta y la ergo
terapeuta cada día, puse todo de mi esfuerzo para salir adelante, empece a
tomar clases privadas, porque no quería ser uno más del montón. Quería que ella
se sienta orgullosa de mí, quería que supiera que ella era mi motivo.
Los años pasaban, yo me hacía joven y ella más hermosa, no había día
que no la viera, no había día que no recibiera uno de esos besos llenos de
amor.
Empecé a mover mis extremidades de manera más firmes, aun había
mucho que hacer pero estaba en eso que llame, mi inicio. Empecé a manejar
bicicleta, una en donde me tenía que echar, una bicicleta reclinada era la que tenía,
era perfecta, sus funciones hechas especialmente para alguien como yo. Todo era
perfecto, me sentía yo nuevamente, podía sonreír, tenía planes, tenía una vida.
Hasta que llego mi cumpleaños número 30, ese día no llegaste, no entendía
que pasaba, no te vi por la mañana, no te vi llegar, no sabía dónde estabas. Te
llame, no contestaba nadie, mande a buscarte, no había nadie en tu casa, todo
era muy extraño, les pedí a todos que se fueran.
Ese día quería contarte que me había inscrito en una carrera de
bicicletas, organizada para personas con incapacidades, y que quería hacerlo,
porque quería que vieras todo lo que he logrado, agradecerte por todo, porque
desde los 16 años fuiste tú quien me enseñó a ver la vida como lo veía ahora.
Me pase toda la noche cerca de mi ventana, quería ver si de pronto
llegabas, pero nada, al día siguiente como al medio día, vi a tus padres,
deseaba tanto correr a ellos y preguntarles por ti, pero no podía.
Llore entonces, empecé a gritar como un niño atemorizado. Mi mamá
vino, preguntándome que pasaba, ella comenzó a llamar a papá, ambos a mi lado,
las cosas entre ellos mejoraron tanto, y todo porque yo por fin quise vivir. Cuánto
daño les hice, pero fui feliz al verlos juntos.
Les pedí que vayan a ver que había pasado contigo, así que mi mamá
salió inmediatamente, yo miraba desde la ventana, mi papá me tenia del hombre.
En eso veo a mi madre hablando con la tuya, y ambas llorando, ¿qué pasaba? Gritaba,
díganme que pasa, por favor, pero no me oían, mi papá trataba de calmarme, todo
era inútil.
Mi motivo, mi alegría, mi vida, murió. En tus manos el regalo y la
tarjeta que me darías, en ella decías;
“Querido Esben, hoy es tu cumpleaños, seguro que pensaste que lo
he olvidado, por la mañana moría por darte un beso, pero me escondí de ti, quería
sorprenderte, y así llegar a ti, darte ese regalo, que espero te guste, en ella
estamos los dos, juntos como lo hemos estado todos estos años, soy feliz a tu
lado, y me da mucha felicidad cuando veo todo lo que estas logrando. Nunca
dejes de luchar, ni vencerte por nada. ¿Me lo prometes?
Feliz cumpleaños mi cómplice encantador. Pronto nos veremos. Te
quiero y te querré siempre.
Mathilde.
Porque tú me preguntaba, era así como funcionaba la vida, te he
amado desde que te conocí, y así seguirá siendo por el resto de mi vida. No me
he dejado vender, he manejado la bicicleta, por un montón de lugares, he
viajado, he ganado algunas competencias, vivo solo desde unos meses después de
tu partida; viene una muchacha a ayudarme con algunas cosas, pero en lo general
me puedo valer por mí mismo.
Mis padres fallecieron ya hace algunos años, mis hermanas siempre
me visitan, siempre están pendientes de mí. Tengo una familia linda. Unos sobrinos
a todo dar, mis cuñados que siempre están ahí para lo que necesite, y tú, tú mi
querido amor, siempre en mi corazón. Así vivo, no podrías faltarme, porque si tú
me faltas, entonces moriré.
Ya tengo 55 años y hace 8 meses que vengo muy enfermo. Me sentía
cansado, mis músculos se degeneran de manera veloz, de pronto me caía porque no
podía sostenerme, trataba de que esto pasara, pero seguía avanzando, no había
como detenerlo.
Definitivamente todo ha sido muy rápido, me dijeron que tenía esclerosis
lateral amiotrófica. Te puedes imaginar, yo nunca había escuchado de esa
enfermedad hasta que el doctor me lo dijo, fui uno de los pocos a los que les
da, ¡como si ya no hubiera tenido suficiente!
Hoy estoy en el hospital, no me puedo mover, llamo a la enfermera
para que me mueva los brazos, la piernas, o me gire la cabeza, porque me duele,
y yo, yo no puedo ayudarme a mí mismo, no soy el mismo, estoy muerto en vida.
Les he pedido que me den agua, o de comer, me dicen que no pueden,
que todo lo puedo tener es a través de esa sonda que tengo en la nariz, así
como, así tomo agua. Les he dicho que me den lo que les pido, dicen que me
puede dar infección en los pulmones, que puedo morir, les dije que era yo quien
decidía eso, que me dieran lo que les pido, pero no me escuchan.
Me siento solo, tengo miedo, tengo tanto dolor, no puedo siquiera
tocarme la cabeza. Encima entra una enfermera porque la que esta conmigo
permanente, ha ido a si recreo, entra y me pone esa pita roja que se jala para
llamar al personal, si algo me pasa o necesito, ¿pero es que acaso no ve que no
puedo moverme?
Mi espasticidad fue agrandándose, hasta dejarme en sillas de
ruedas, tengo que ser levantado por una maquina hasta la cama o hasta donde me
quieran poner, porque yo solo no puedo nada.
Quiero saber que pasara conmigo, pero nadie es capaz de decirme
absolutamente nada. La que se queda conmigo, me hace recordar a Mathilde, es
tan risueña, siempre con una palabra llena de algo positivo.
Ojala pudiera aparecer una lámpara mágica, le pediría entonces que
me devuelva mi vida. Quiero vivir, quiero lo que tuve, y lo que me han quitado,
lo quiero de regreso.
No aguanto seguir así, no tengo más pensamientos positivos, pienso
en Mathilde cada día, en mi padres, en todo lo que logre hasta ahora, pero me
miro a ese espejo de hospital y entonces veo lo que soy, nada.
Escucho desde lejos que la enfermera me dice, Esben, entiendo por
lo que pasas, no se exactamente lo que sientes, pero entiendo que estás pasando
por un momento horrible, que las penas y frustraciones son quizá más grandes,
conozco bien de eso, pero no te aflijas, las cosas pasan por algo y si tú has
tenido que vivir hasta ahora, por algo ha de ser. No te pongas de mal humor, no
trates mal a la gente. Nadie tiene la culpa de lo que te pasa, tu tampoco lo
tienes, son cosas que pasan y debemos aprender de ellas, tanto como aceptarlas.
Entonces recordé que Mathilde me dijo, pronto nos veremos, cierro
los ojos, y puedo verla, ella sonríe, y me espera.
FIN
Autora: Liza Sánchez
Género: Narrativo
Esta historia está basada en la vida de un hombre lleno de
bondades; con el que dentro de su dolor, pudo regalarme algunas sonrisas.
Gracias Esben