Mi encantadora flor, me llamaste
todo el día. Sonreías mirándome a los ojos, y tratabas de que tu día fuera
diferente.
Veía como te avergonzabas
por llamarnos tantas veces, querías orinar y tu sola no podía levantarte.
Me pedias que te dejara el mismo
pañal puesto, pero este estaba mojado y tenía que cambiarse, no lo querías
porque sentías pena de molestar.
Mi dulce viejita, no tienes de que
avergonzarte, te dije repetidas veces. Yo estaba ahí para ayudarte y lo hacía
con mucho amor.
Me dijiste que tenías miedo de ir a
casa porque ahora estarías sola, vi como tus lágrimas querían
caer, de pena, dolor, vergüenza. Mi corazón se encogía, solo podía mirarte a
los ojos, coger tus dulces manitas y decirte que no te preocuparas.
Pienso en ti, y ruego a Dios que no
estés sola. Si ya estás en casa, espero alguien te cuide y te dé el mismo
cariño que tu sueles darle a los demás.
Gracias por tu sonrisa, tu cariño y
tus palabras. Dios te bendiga Berit
REMS
(Mi linda flor)
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